Hay un peso menos en la bolsa pesada de papas.
Es el hombro y la espalda un poquito más derecho. Pensar en ello.
A una semana de la vuelta de suecia, el barrio se llena de esos colores.
Mis colores.
Cantan gritando con medio cuerpo afuera en ese colectivo.
Y fuegos artificiales que yo veo el refeljo en el edificio a lado.
El sr Agustus me regala faina. No sé si es por el día o por mi.
Mi vestido es azul, pero no tengo nada amarillo.
Tal vez lo llevo adentro.
Es húmedo y las colas para hacer trámites son más largos que nunca.
Por ahí es una ilusión, porque al volver el contraste siempre es inmenso.
Y por ahí exagera y cambia forma.
Una noche fuimos a comer criollo con los argentinos suecos.
Por primera vez en mi vida comí tamal. Un gustaso a pesar del calor.
Ellos hablaban fuerte y me di cuenta que yo también.
Y que era lindo estar rodeada por ellos. Es un pedacito de Malmö en una mesa de madera entre locro y cerveza negra.
Y que mis hermanos cambiaron su look. Con la vuelta
Es cortar pelo, dejar barba y ropa nueva.
Igual creo que también es un algo más. Adentro.
Lo raro es de nuevo estar allí y allí de nuevo.
En una camioneta, en escuchar aspen, en almirante brown y el chino.
Agustus.
Yo veo a Lucila en ese bar lindo dónde pasamos el otro día.
Ella siempre es guapina y es un aire que sopla fuerte siempre con ella.
Algo fuerte con su pelo largo y sus siempre dos o tres bolsas de colores.
Nunca sabés lo que va a llevar. Esta vez era una planta de ajíes.
Vistes.
Era una poquito la misma sensación que como con Katta.
Ahora escribí demasiado cuando debería en realidad poner palabras y focusar en otros lados.
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