Eva dice que en esas fotos su casa parece hermosa.
Yo le digo que lo es también.
Esas fotos mías no mienten.
Es verdad que agrego colores y contrastes.
Pero en realidad ya están allí. Los colores. Sus contrastes también.
Aveces nececitan un poquito más de esfuerza nomás.
Un empujón.
Porque aveces están esconidos.
En rincones. Tapados abajo frasadas gruesas.
O que uno mismo está tan acostumbrada.
De sus cosas, rutinas y su mismo cara.
Su casa no era lo que esperaba.
Realmente parece un poquito de cuento.
Chiquita. 50 oso. Mesada baja. Rincones con cositas.
Paredes de colores. Maderas. Libros, muchos.
Estantes. Estanterías en las paredes. En lo que una vez era una puerta.
No sabía que ella llevaba todo eso adentro.
Almuhadas hermosas.
Hay calor allí dentro.
Como también hay una perra media loca.
Hay juguetes y que de esa cocina sale cositas ricas.
No puede salir otra cosa.
En el jardín hay un arbol que da naranjas.
Solamente ese hecho.
Y su oficina. Su lugar. Era como abrir la puerta del corazón del lugar.
Un cuartito chiquito. Paredes verdes. Techo de madera y pintado blanco, con ese globo de papel y de luz.
Hay una ventana y de la ventana se ve pared vestido de enamorados del muro.
O por ahí es otra planta verde, pero justo ese tiene tan lindo nombre.
Yo me enamoro del lugar. De tu lugar.
El escritorio con el regalo de juguete que el le regaló una vez hace mucho.
Hermoso. Es. Tu casa, Eva.
Hermosa también fué la tarde.
De constitución. En tomar el tren.
De ver el paisaje pasar.
Bajarse y sol en nuestras caras suecas y ya bastante pálidas.
Caminar esas cuadras y ver que lindo ese lugar.
Los cienes de arboles en cienes de colores.
Distintos y especiales cada una.
Después comer esa picadita. Ese pollo y con ese sweet chili.
El vino y el café con canela y jengibre. O era cardamomo?
Me quedo con ganas de volver.
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