El verano recién empezó, pero siento que ya puedo oler el otoño.
Tal vez es el inconsciente que me habla.
Pero.
Que no termine demasiado rápido.
Este verano.
Hay muchos libros para leer.
Cielos para mirar.
Que todos los días me dice algo nuevo.
O distinto.
El azul y sus nubes.
Hay muchas gotas para traspirar y duschas heladas para tomar.
Sábanas que se van secar en el sol ardiente para después arrugar con cuerpos calientes.
El ventilador en el techo tiene muchas vueltas para dar todavía.
Terazzas hay muchas para pisar y dónde se va a sentir el aire distinto.
Muchos helados para comer y que te va a dejar los dedos pegajosos.
Tormentas y lluvias de veranos.
El viernes cayó uno.
De esas.
Yo volvía por un San Telmo caliente y vacío.
Un San Telmo esperando que empieze su noche.
Con sus luces.
Y su gente.
Por cada cuadra que pisé, más y más viento se levantó y mi vestido volaba.
Relámpagos diciendo que en cualquiér momento.
Estábamos en la pizzeria cuando se largo.
Esa noche no entró agua en mi casa.
Solamente aire fresco.
Aire hermoso y nececario.
El sábado Alberto hizo asado en su casa de cuentos.
Con gente que también tienen cuentos para contar.
Nunca había visto una parilla como esa.
Nunca había visto la casa y sus duendes de noche.
Distinto.
Casí todo.
La luz y sus sombras.
Las personas y lo sabores también.
Volver tarde en una boca durmiendo.
Y tener mucho calor en la panza.
Es muy lindo el nuevo rito que se armó.
Ellos.
Son muy lindos y no sé si todos se dan cuenta de.
Todo eso.
Despedirse de las chicas de Holanda.
Y la casa vacía de nuevo.
Hacia semanas que no.
Y que estuvo muy perfecto así.
Nos acomodamos.
Kubrick, de su manera.
Y yo, de la mía.
Hay calor que había extrañado sin darme cuenta de.
Siempre me olvido.
O me convenco.
Para no sentir tanto.
Hay lunes nuevamente y no sé bien que significa.
Pero hubo dos cafés con leche por la mañana y eso es lindo.
Y suficiente.
Para empezar una semana nueva en enero.
Tal vez es el inconsciente que me habla.
Pero.
Que no termine demasiado rápido.
Este verano.
Hay muchos libros para leer.
Cielos para mirar.
Que todos los días me dice algo nuevo.
O distinto.
El azul y sus nubes.
Hay muchas gotas para traspirar y duschas heladas para tomar.
Sábanas que se van secar en el sol ardiente para después arrugar con cuerpos calientes.
El ventilador en el techo tiene muchas vueltas para dar todavía.
Terazzas hay muchas para pisar y dónde se va a sentir el aire distinto.
Muchos helados para comer y que te va a dejar los dedos pegajosos.
Tormentas y lluvias de veranos.
El viernes cayó uno.
De esas.
Yo volvía por un San Telmo caliente y vacío.
Un San Telmo esperando que empieze su noche.
Con sus luces.
Y su gente.
Por cada cuadra que pisé, más y más viento se levantó y mi vestido volaba.
Relámpagos diciendo que en cualquiér momento.
Estábamos en la pizzeria cuando se largo.
Esa noche no entró agua en mi casa.
Solamente aire fresco.
Aire hermoso y nececario.
El sábado Alberto hizo asado en su casa de cuentos.
Con gente que también tienen cuentos para contar.
Nunca había visto una parilla como esa.
Nunca había visto la casa y sus duendes de noche.
Distinto.
Casí todo.
La luz y sus sombras.
Las personas y lo sabores también.
Volver tarde en una boca durmiendo.
Y tener mucho calor en la panza.
Es muy lindo el nuevo rito que se armó.
Ellos.
Son muy lindos y no sé si todos se dan cuenta de.
Todo eso.
Despedirse de las chicas de Holanda.
Y la casa vacía de nuevo.
Hacia semanas que no.
Y que estuvo muy perfecto así.
Nos acomodamos.
Kubrick, de su manera.
Y yo, de la mía.
Hay calor que había extrañado sin darme cuenta de.
Siempre me olvido.
O me convenco.
Para no sentir tanto.
Hay lunes nuevamente y no sé bien que significa.
Pero hubo dos cafés con leche por la mañana y eso es lindo.
Y suficiente.
Para empezar una semana nueva en enero.
Es un verdadero placer leerte, ojalá algún día escribas y publiques un libro!!! Felicitaciones!!!
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