Cuando nieva en Suecia

Es lindo tener un Solveig en casa y que encima es danesa.
Mi primera danesa.
Ahora hablamos en castellano y yo la veo tomar el colectivo como una porteña.
Es de esas personas que se adapta así nomás.
Sin questionar y hasta sin pensar parece.
Es, hace.
Y listo.

Ella tiene una calma.
Que parece que lo lleva por adentro como un otro órgano.
La calma.
No sé bien como explicarlo.
Pero de golpe me veo y me siento en eso.
Ella se mueve suave y hace las cosas suaves.
Creo que la casa se de cuenta de y lo siente también.
Es una harmonía particular y hermosa.

También pasó el otoño.
La gente en general no están muy a favór de este factor.
Yo, todo lo contrario.
Le doy la bienvenida y le digo, pase, pase nomás.
Que yo estoy agradecida que vengas y me gusta la cosas que traés.

Me hacés dormir tranquila y protegida abajo de esas frasadas.
Hacés que la ducha por la mañana sea de esas hermosas.
Me hacés cocinar de nuevo y darme cuenta de lo lindo que es.
Me das ganas de recibir y que ellos se sienten bien en mi casa.
Me hacés prender más velas y tomar más tees.
Que me hace muy bien.
Esas dos cosas y en combinación.
Me hacés leer y escribir como nunca antes.
Me hacés gosar en palabras y escuchar lo que cantan.
Me hacés conocer personas que trata bien y que saben cosas que no sabía.
Me das ganas de hacer budines y mufins.
Me das ganas de ir a la reserva de nuevo, pero ahora abrigada.
Y que lo había extrañado.

Pienso que esto va a ser un otoño lindo.