Gracias por tus cuidades de Luis Pescetti
Gracias
por todo lo que me diste
pero no quiero ser como vos.
Gracias por tus cuidados, los sándwiches,
las noches de desvelos, los cuentos,
por Blancanieves y los siete enanitos,
por las montañas y los relatos.
Gracias por las hermosas aventuras,
por las navidades,
gracias por las tortas y esperarme en el borde de la pileta,
gracias por la fe que no hubiera tenido sin tu fe;
pero entendeme y no tomes como una traición
que no quiera ser como vos.
Gracias por hacer así con el pañuelo.
Gracias por el pueblo, el club, gracias por el remo,
por el río, y tu mano tomando mi mano.
Gracias, incluso,
por estar ahí todavía hoy.
Y no tomes como una traición que intente,
que me aleje y quiera
que me evapore y me pierda
que calce una mochila y no me lleve todo,
que la extravíe,
que deje las llaves por ahí o me olvide
de una cita, cada tanto;
por sentir que bastaría no ser como vos
para ser lo que realmente quiero
(luego resultó que no bastaba con no ser como vos),
porque quiera despegarme tus consejos que se me pegaron como algas.
Y si intento sacarme tus gestos, ese modo de mirar poniendo distancia,
esa manera de peinarme, la forma de mi naríz, tu postura,
si por amor o sin remedio aprendí hasta tu forma de apoyar los pies
y ahora quiero desprenderme de todo
de todo
de cada detalle y de todo,
de cada una de tus herencias y de todo,
no sientas ingratitud, ni me cuides de mi fracaso.
Gracias por tenerme y gracias por soltarme,
y gracias por tolerar que me quite, me desprenda, me saque todo
a ver si veo si puedo ver
a ver qué queda.
Gracias
por todo lo que me diste
pero no quiero ser como vos.
Gracias por tus cuidados, los sándwiches,
las noches de desvelos, los cuentos,
por Blancanieves y los siete enanitos,
por las montañas y los relatos.
Gracias por las hermosas aventuras,
por las navidades,
gracias por las tortas y esperarme en el borde de la pileta,
gracias por la fe que no hubiera tenido sin tu fe;
pero entendeme y no tomes como una traición
que no quiera ser como vos.
Gracias por hacer así con el pañuelo.
Gracias por el pueblo, el club, gracias por el remo,
por el río, y tu mano tomando mi mano.
Gracias, incluso,
por estar ahí todavía hoy.
Y no tomes como una traición que intente,
que me aleje y quiera
que me evapore y me pierda
que calce una mochila y no me lleve todo,
que la extravíe,
que deje las llaves por ahí o me olvide
de una cita, cada tanto;
por sentir que bastaría no ser como vos
para ser lo que realmente quiero
(luego resultó que no bastaba con no ser como vos),
porque quiera despegarme tus consejos que se me pegaron como algas.
Y si intento sacarme tus gestos, ese modo de mirar poniendo distancia,
esa manera de peinarme, la forma de mi naríz, tu postura,
si por amor o sin remedio aprendí hasta tu forma de apoyar los pies
y ahora quiero desprenderme de todo
de todo
de cada detalle y de todo,
de cada una de tus herencias y de todo,
no sientas ingratitud, ni me cuides de mi fracaso.
Gracias por tenerme y gracias por soltarme,
y gracias por tolerar que me quite, me desprenda, me saque todo
a ver si veo si puedo ver
a ver qué queda.
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