Tengo fotos en espera.
Apiladas.
Esperando salir al sol.
Las frases están saliendo más en imágenes que en cursiva.
Trato de pensar que pronto voy a encontrar el equilibrio y intento dejar esto ser también.
Crecer.
Va un poco junto con eso de no pensar tanto.
Mejor tomar trenes.
Aunque no te lleven tán lejos.
Físicamente.
Pero en todos los otros sentidos, es bastante lejísimos.
Ella, con los ojos profundos y historias atrás de dibujos, me pasa a buscar en la estación.
Como se hacía en viejos tiempos.
Y me lleva a esa casa.
Dónde hay mil cosas para mirar.
Y donde te sientes como en casa.
Está la otra Anita también.
Y luego va a llegar su chaqueño.
Entrar en el mundo de ellas.
Llena mi mundo.
Es hermoso empezar a conocerlas.
Cada vez más.
Llenar ese cuaderno de historias, caminatas, lluvias y comidas.
Caminando por esos caminos de otoño, se larga la lluvia de verano.
Tálvez la última, pensamos.
Hay fuego en las hojas y no solo por los colores fuertes.
Nos mojamos y cáe gotas de nuestros flequillos.
Pero es lindo.
Y queremos estar en eso.
Volviendo a la casa hay calor y otras luces.
El cielo un poco rosa.
O lila.
Y su cocina, parece más cocina de barco con esa vela.
Pienso que ellas no saben cuanto me dan.
Cuando es oscuro y sigue lloviendo ella me acompaña a la parada y tomo un colectivo que nunca tomé.
Caminos que nunca agarré.
Un asiento, dónde nunca me senté.
Y que hay más.
Entre todas las cosas.
Pero últimamente me lleno demasiado rápido y no encuentro forma de seguír comiendo.
Todas las cosas que veo, que siento, que me tocan.
Estoy llena de otras cosas que tengo que digerir.
De una manera o otra.
Para hacer lugar para las otras cosas.
Que son hermosas.
Hoy vamos a prender fuegos.
Reales e imaginativos.
Porque es la despedida de invierno en Suecia.
Que en realiad no quiere decir nada.
Porque seguramente mañana no va a hacer primavera.
Pero no importa.
Es el fuego nomás.
Y al Gallego.
Gracias por Marta Gómez, por más que decís que yo te lo presenté.
Entonces por introducirla en mi de nuevo.
Apiladas.
Esperando salir al sol.
Las frases están saliendo más en imágenes que en cursiva.
Trato de pensar que pronto voy a encontrar el equilibrio y intento dejar esto ser también.
Crecer.
Va un poco junto con eso de no pensar tanto.
Mejor tomar trenes.
Aunque no te lleven tán lejos.
Físicamente.
Pero en todos los otros sentidos, es bastante lejísimos.
Ella, con los ojos profundos y historias atrás de dibujos, me pasa a buscar en la estación.
Como se hacía en viejos tiempos.
Y me lleva a esa casa.
Dónde hay mil cosas para mirar.
Y donde te sientes como en casa.
Está la otra Anita también.
Y luego va a llegar su chaqueño.
Entrar en el mundo de ellas.
Llena mi mundo.
Es hermoso empezar a conocerlas.
Cada vez más.
Llenar ese cuaderno de historias, caminatas, lluvias y comidas.
Caminando por esos caminos de otoño, se larga la lluvia de verano.
Tálvez la última, pensamos.
Hay fuego en las hojas y no solo por los colores fuertes.
Nos mojamos y cáe gotas de nuestros flequillos.
Pero es lindo.
Y queremos estar en eso.
Volviendo a la casa hay calor y otras luces.
El cielo un poco rosa.
O lila.
Y su cocina, parece más cocina de barco con esa vela.
Pienso que ellas no saben cuanto me dan.
Cuando es oscuro y sigue lloviendo ella me acompaña a la parada y tomo un colectivo que nunca tomé.
Caminos que nunca agarré.
Un asiento, dónde nunca me senté.
Y que hay más.
Entre todas las cosas.
Pero últimamente me lleno demasiado rápido y no encuentro forma de seguír comiendo.
Todas las cosas que veo, que siento, que me tocan.
Estoy llena de otras cosas que tengo que digerir.
De una manera o otra.
Para hacer lugar para las otras cosas.
Que son hermosas.
Hoy vamos a prender fuegos.
Reales e imaginativos.
Porque es la despedida de invierno en Suecia.
Que en realiad no quiere decir nada.
Porque seguramente mañana no va a hacer primavera.
Pero no importa.
Es el fuego nomás.
Y al Gallego.
Gracias por Marta Gómez, por más que decís que yo te lo presenté.
Entonces por introducirla en mi de nuevo.
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