las ciruelas de lala

Me da miedo que no me van a volver.
Las palabras y las frases.
Vuelvo a mirar atrás y en más frustación entro.
Mira si llegó el fin?
De este viaje.
En definitivo, es lo que es, un viaje.
Este viaje empezó hace mucho ahora.
Pienso un poco en quién era esa yo en ese entonces.
Trato de entenderla.
A veces me cuesta.
No entiendo lo que está diciendo.
Escribiendo.
Entre sus líneas.
Claves, códigos y puertas.
Yo no tengo las contraseñas, llaves o herramientas para entrar en sus lugares y rincones.
Los debo haber perdido en algúno de esos caminos que agarré.
O estar bien escondidas.

Yo no estoy buscando bien.

Igual y en frustración voy a seguir.
Tálvez la encuentro.
Me encuentro.
En cambios de estaciones.
En cambios de muebles.
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Llegó ese fin de semana gris, lluvioso y un poco fría.
Que yo un poco lo había extrañado.
Eso no se dice en alta voz.
Pero lo nececitaba para ordenarme un poco.

Respirar.

Salir y ver que ahora están completamente desnudos los arboles.
Ahora no hay vuelta atrás.
Caminar y empieza cáer la lluvia.
Pero por más desnudos que están los arboles, la lluvia suena verano.
Escuchar como las gotas cáen sobre las plantas y arbustos en una harmonía serena.
Silenciosa.
No hay autos.
No hay música.
Hay la lluvia.
Y yo.

Me escucho respirar.
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Luego hay película en la iglesia sueca.
Me enamoro de Jim Jarmusch y Tom Waits.
La combinación que hacen.
Conjunto.
Con la lluvia.
Con que no, después no tengo ningún plan.
Soy yo nomás.

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Hoy fué domingo.
Y me hubiese gustado mucho más haberme animado.
Pero hubo otras cosas lindas.
Que también, y a su vez me hacía falta.