Cuando la temperatura baja drásticamente y te pones el gorro adentro del colectivo.
De día había sido de primavera y yo calenté mequillas, cuerpo y piés en un sol que dejó marcas.
Empezé a leer el libro que se llama Mujeres de ojos grandes.
Aún no llegué lejos, pero ya está dejando huellas.
En mí.
En el camino de regreso alguién dijo mi nombre completo, muy suave.
Pero yo lo escuché.
Que suerte es aveces llegar a cruzarse con el.
Por más que no logro entender que es lo que intercambiamos.
La casa está en un especie de calma y equilibrio.
Me auyda encontrarlo en ese estado.
Volver y sentir que me abraza fuerte.
Trasmite paz en mi.
Es harmonía ahora.
Después de la tormenta.
Calma.
La vecina me habla cariñosamente, como si supiese que lo nececito.
O que me da mucho.
Mucho más de lo que ella se imagina.
Es invierno.
Pero parece que va a ser un invierno con bastante sol.
Con mucho olor a madera quemada.
Con vecinos festejando cumpleaños con guitarreadas.
Una estufa poderosa y un perro nodiciplinado pero que de calor a piés.
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