Monday, 5 August 2013

agosto empieza con ninguna gota de frío

En el instante que cuelgo el teléfono, siento una nececidad inmensa de salir al sol.
Aerearme.
Sacudirme.
Respirar y sentir viento en el pelo.
Es un día de primavera.

Lleno el termos con café con leche y me siento un poquito una señora mucho más mayor de la que soy.
Quién lleva termo con café para ella sola un lunes a las trés de la tarde?
Si, hasta llevo una taza de verdad y todo.
Para tomarlo lo más rico posible.
También llevo el cuaderno y la bufanda gruesa por las dudas.
Aunque no va hacer falta.

Camino a lado el agua.
A lado los barcos.
A lado los camiones y alambres.

Es un día preciosa.

Me siento en frente de ese agua que brilla.
En un banco de madera gruesa y suave.
Firme.
Me sostiene.
Y ahí está la ciudad y el sol.
El sol me toca por todos lados y me llena con todo eso que yo había deseado.
Atraviesa mi piel y llega hasta los huesos.
Me llena de calor y de algo más.

Me quito campera y cierro los ojos.
Tomo el café y así me quedo.
Me quedo y me quedo.
Quieta por afuera, pero viajando por adentro.
Es una nube que me lleva a distintos lugares.
Donde estuve.
Es una tarde después de la escuela y tengo nueve años.
Es Tygelsjö y podía haber sido ayer.
Tán cerca lo siento.
Reconocer ese sentimiento que tenía.
En ese instante.
Y sentir exactamente lo mismo, hoy, tantos años después.

Tál vez esto es felicidad.

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