Sunday, 8 September 2013

Treinta días, treínta vestidos y cientocuarentaydos burbujas

Agosto, septiembre y pronto se va a poder tocar octubre también.

Agosto que olía ganas de subirse al avión y llegar a estas tierras.
Olía a verde fresco, sol intenso, piel de playa y a cidra.
Trenes y caminar por un Paris húmedo y hermoso.
Saboreaba abrazos fuertes.
Verse en los ojos y hablar de cosas importantes.
En playas.
Un auto sobre rutas y caminos nuevos y ver otras cosas pasar por esas ventanas.
Se cantaba Roberto Carlos y bandas de antes.

Y saber que ahora hay algo más grande y importante.

Agosto y llegar, volver al lugar de dónde vengo.
Olía tranquilidad, en el mismo tiempo nececidad.
Estar en este lugar y verlo con estos ojos.
Que tál vez tienen un otro tono de azul ahora.

Sentir sabores de nuevo.
Que están por todos lados.
Esos sabores.
A verano, a mar, a canela y manzana.
A bicicleta, biblioteca, parque y calles silenciosas.
Es todo igual, pero distinto.
Constantemente esa sensación.
Que todo es, y no es.

Es casa.
Y huele igual que siempre, pero me lleno más rápido de todo.

Agosto se convirtió en septiembre, que en realidad no quiere decir nada.
Porque el tiempo igual no existe, son nuestras medidas nomás.
Para poder llegar a tomar los mismo trenes, para así en algún momento llegar a cruzarnos.
O no.
Es padre, que habla del tiempo y del espacio.
Madre habla de otras cosas y algunos no dicen nada.
Otros se cáen en la calle y se ve sangre.

A veces quisiera poder hablar más.

Siguieron los días de verano.
Las sobras del verano.
El extra.
El bonus.
De usar vestidos, sandalias y agarrar la pollera que no vuela en esta ciudad dónde siempre hay viento.
Ojo.
Ojos.

Tomar cervezas en el sol, crossant en el sol, caminar en el sol, dormir en el sol y leer.
La terazza y en malla.
Compartirlo con el conejo y poner cremas en espalda dolorida.
Tambien compartir burbujas y reirse.
Sin cargas y pesos.
Leer un poco más y una vez dormir una siesta profunda.

Cenar y poder cenar afuera también.
Con lucecitas de colores y mantas tapando espaldas de verano.
Ir a loppis cada vez que haya una y comprar miles de vestidos lindos y con historias para contar.
Y historias nuevas para armar.

Ver a Rebecca que me cuenta.
Samina también.
Todas la versiones.
De todo.

Y que hay kilos de cositas chiquitas que quiero escribir de.
Contar.
Compartir.
Porque son ellas las que cuentan.
Es eso que llevo, que voy a llevar en esa la otra valija.

En la valija que no se pesa. 

1 comment:

  1. Me emocione leyendo esto.. que lindo Karin!!! :) Bienvenida.. te extrañamos!
    (ah.. y las fotos estan hermosas)

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