La estación está hundido en luz de la seis de la tarde.
Mi preferida.
Los pasos de la gente es de apuro, pero no agresivo.
Yo sigo a ella.
Que conoce y que un poquito te deja llevar sin que tengas que preguntar.
En el último vagón quedan los únicos asientos vacíos.
Uno para mi.
Uno para ella.
Es a lado la ventana y ir al revés.
Con el cuerpo y la cara mirando como nos alejamos de la ciudad.
Una despedida sin lagrimas.
El ritmo del tren.
El silencio en la multitud.
El brazo en el sol y el que desata la corbata un poco.
El verde y la cancha de fútbol en Guillón.
O si es Turdera.
Como en la canción.
Algo de niñez, sobre eso.
Buscamos caballetes y lápiz labial.
El vino y las frutas secas.
Está todo donde tiene que estar.
Parece.
Y yo sigo dejando que me lleve.
Son sus calles, negocios y conocidos.
Yo, la que viene de otro lugar.
La casa pareciera estar más en paz que otras veces.
Hasta la perra.
En su paz.
Es algo distinto ahora.
Un poder respirar más profundo.
Liviano, en el mismo tiempo.
Y arriba.
Es allí lo más bello.
Entra esa luz y se ve arboles.
El cielo.
Es, el lugar.
El escritorio de madera.
Quisiera.
Ese lugar.
Por un rato.
Después abrimos su caja de tesoro.
Esa caja de cartón que hace años, no se abrió.
Ahí adentro hay fotos, joyas, elefantes, recuerdos y personas.
Hay brillo en los ojos.
Y alegrías, de haberse vuelto a encontrar.
Cambio vestido por pantalón y ahora también soy unos aros de tortuga más rica que antes.
Que vienen de una caja de fortunas.
Y vamos a un lugar rojo y con manteles con cuadrados.
Batatas en canasta y muchas salsas por mi parte.
Es sensación de estar en vacaciones.
Lejos.
Pero es a la vuelta nomas.
Todo, al final.
Luego duermo como una princesa en un lugar privilegiado.
Donde se ven los techos de otras casas.
Las coronas de los árboles y el sol entrar distinto.
Despertarse allí es felicidad.
Y volver a la ciudad no fue tan difícil al final.
Tal vez porque nos conocemos tanto.
Mi preferida.
Los pasos de la gente es de apuro, pero no agresivo.
Yo sigo a ella.
Que conoce y que un poquito te deja llevar sin que tengas que preguntar.
En el último vagón quedan los únicos asientos vacíos.
Uno para mi.
Uno para ella.
Es a lado la ventana y ir al revés.
Con el cuerpo y la cara mirando como nos alejamos de la ciudad.
Una despedida sin lagrimas.
El ritmo del tren.
El silencio en la multitud.
El brazo en el sol y el que desata la corbata un poco.
El verde y la cancha de fútbol en Guillón.
O si es Turdera.
Como en la canción.
Algo de niñez, sobre eso.
Buscamos caballetes y lápiz labial.
El vino y las frutas secas.
Está todo donde tiene que estar.
Parece.
Y yo sigo dejando que me lleve.
Son sus calles, negocios y conocidos.
Yo, la que viene de otro lugar.
La casa pareciera estar más en paz que otras veces.
Hasta la perra.
En su paz.
Es algo distinto ahora.
Un poder respirar más profundo.
Liviano, en el mismo tiempo.
Y arriba.
Es allí lo más bello.
Entra esa luz y se ve arboles.
El cielo.
Es, el lugar.
El escritorio de madera.
Quisiera.
Ese lugar.
Por un rato.
Después abrimos su caja de tesoro.
Esa caja de cartón que hace años, no se abrió.
Ahí adentro hay fotos, joyas, elefantes, recuerdos y personas.
Hay brillo en los ojos.
Y alegrías, de haberse vuelto a encontrar.
Cambio vestido por pantalón y ahora también soy unos aros de tortuga más rica que antes.
Que vienen de una caja de fortunas.
Y vamos a un lugar rojo y con manteles con cuadrados.
Batatas en canasta y muchas salsas por mi parte.
Es sensación de estar en vacaciones.
Lejos.
Pero es a la vuelta nomas.
Todo, al final.
Luego duermo como una princesa en un lugar privilegiado.
Donde se ven los techos de otras casas.
Las coronas de los árboles y el sol entrar distinto.
Despertarse allí es felicidad.
Y volver a la ciudad no fue tan difícil al final.
Tal vez porque nos conocemos tanto.
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