Thursday, 13 March 2014

Casar una mariposa

Tenía 27 años y pensé que tal vez era un poquito inmadura.
Por mis pensamientos y por todas esas cosas que se cruzaban por mi cabeza.
Por las cosas que hacia.
Que hago.
Sin pensar.
Muchas veces.
Es más la intuición.
Los sentimientos.
Más que lo racional.
Lo que debería.
Y que eso aveces.
Asusta.
Pero sigo.
Por ese camino angosto, pero lleno de senderos escondidos.
Rincones secretos.
Silenciosos pero lleno de emociones.
Que me llevan derecho a izquierdas y derechos.
A pozos, ríos y valles.

Mosquitos que pican.

Se rompe mi computadora vieja.
Mi computadora de mi vida hasta ahora.
Que es grave y nada grave en el mismo tiempo.

Pienso en todas las fotos.
Las fotos.
Pero que lo importantísimo lo llevo a lado de mi corazón y adentro de las costillas.
Al fondo de todo.
Que es la piel de la nada.
Todo.

Y cuando vuelvo a casa.
Casí tarde.
Quiero darle una última oportunidad.
Como por las dudas.
Y es alli, cuando arranca.
Como si no hubiese pasado nada.
De nada.
Un milagro.

Tal vez necesitaba un descanso nomas.

Y que Vicky cocinó pasta carbonara.
Me esperaba con todo eso.
Y cuanto eso es.
Para mí.
Para ella.
Para las dos.

Felicidad en trigo, madera y tinto.
Tán simple como eso.
El amor.
En cacerolas.

Será por eso que me animé a confrontarme a mis veredas.
Volver a que sean mías.
Y que pasara justo lo que quiera que pasara.
Ver y no ver.
Lo que quería ver.
Lo que estaba preparada a ver.
Esto no, esto si.

Que es un poquito el que es un niño.
Sonrisa de niño.
Pero que me puede.
Justa mente por eso.
Porque parece ser honesto.
La boca.

No importa lo otro.

Pero yo sentí que los tenia en mis manos.
Hoy.
Esas veredas.

Mañana no se muy bien.
Que hay.
Que espera.
Espero.

Pero que esto y así.
Es suficiente.

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