Wednesday, 19 March 2014

Tu otra naranja

Es una picadura que parece más la de una araña que un mosquito.
Los cienes o por lo menos 43 arañas que deben habitar mi cuarto, la casa.
Esta casa.
Que todos habitamos, de una manera o otra.
De a ratos, momentos y más tiempos.
Menos tiempos.

Otros signos y señales de otros tiempos y un verano de a poquito quedando atrás, es la gente del teatro que quedan hablando afuera de la entrada cuando saco a Kubrick tarde y abrigada.
No estaban, ni en enero o febrero.
Ahora me doy cuenta de que de una manera había extrañado justamente eso.

El viento tiene frío y la ducha es un especie de abrigo.
Hay siete hojas amarillas en cada árbol y la gente emepezaron a tomar chocolatadas calientes.
Yo también.

Karolina sigue en verano con vestido, aunque en voz bajita me decía que creía que ya era la última vez.

Los que tenían que volver, volvieron.
Pero más silenciosos esta vez.
No sé porque, pero sé de silencios.

Paso bien en eso.

Luego duermo para despertarme a mismas horas con un poquito de dolor y inquietud.
No quiero saltar de camas.
Por eso tomo calmas y empiezo a contar las ovejas mejor.

Y de golpe se asoma un mañana que es con cielo azúl profundo y quien no quiere meterse en eso.
Por más sueño que sientes.

También dicen por ahí que parece que hay que ver La grande Belleza.

Ahora la panza llena de golosinas suecas y una sobra de torta de manzana hecha por padre.

Son días lindas.
Más las noches.
Tranquilas.
Con mesa y personas importantes al rededor.
Compartiendo.
Escuchando.
Contando.

Querer quedarse.
Preferir esto antes de lo otro es muy lindo.

Suave.
Nos tocamos.
Y con mucho cuidado.
Respeto.

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