Friday, 23 May 2014

Migas de

Los tardes son distintos ahora.
Están los sin alumnos y que yo a las quince cero tres estoy cerrando la puerta de la oficina y dejo el mundo semigris y apilada atrás.
Salgo al mundo aún más gris estos días.
Pero no de o por tristezas y quejas.
Es lluvía, viento fresco y otoño nomás.
Y va a pasar.

Cuando llego a la boca tengo un litro de agua en cada zapatilla.
Y la parte abajo del jardinero está mojado.
Igual decido vacunarme.
Es ahora o nunca pienso.

En casa esta silenciosa y increíblemente protegido del agua.
Me saco toda la ropa, lo cuelgo en la ducha y empiezo la ronda de poner la casa en calor.
Empiezo conmigo.
Con ponerme medias, pantuflas, pantalones, remera, remera y el buzo que dejó Anita el otro día.

Llegó sin que me dí cuenta. El frío.
De golpe estaba.
Como un amigo que viene sin avisar.
Y así se siente también.

Prender hornallas, velas, lámparas, sahumerios y estufa eléctrica.
Buscar la manta tejida, ponerla en la silla donde te vas a sentar.
Cerrar puertas.
Concentrar todo a un espacio.
Chiquito.
Poner música y preparar un te.
Otro te más.

Y las mequillas coloradas.
Eso es otoño.
Eso es calor.

Como el otro día.
Que volví a casa después de largo día.
Y allí estaba ella.
Tocando la guitarra con cinco mil remeras.
Puteando el frío.
Como si no hubiese pasado ni un día.

Algo con su llegada me hizo sacar la camera de nuevo.
Hacia rato que no la llevaba tanto.
Ahora viaja conmigo.

Fueron lindos.
Estos noches en la cocina.
Activarla.
Poner toda la fuerza y el calor allí.
El motor.
El corazón.

Como que si funciona allí, estamos bien.

El otro día vino Jorge y Mirna.
El nos cocinó mientras nosotras entrabamos en calor.
Las ventanas se empaparon.
Y la casa se llenó de sabor.

Un lujo.


No comments:

Post a Comment