Sunday, 23 November 2014

Ella siempre va a cantar los domingos

Abro el frasco de miel y me lleva a un pancito con miel y queso un domingo por la mañana en alguna de esas casas que habité durante mi infancia.
Tal vez es la casa en Tygelsjö.
Tal vez es el departamento de Stora Nygatan och la de Drottningtorget.
No importa el color de las paredes, la forma de la mesa o que se veía por la ventana.
Quíen me acompaño y de que charlábamos.

Donde fuese, fue siempre el favorito.

Ahora es lo mismo.
Es otra casa, otra ventana y la mesa más chiquita que tuve.
Esta la miel.
Me falta en pancito y el queso.
Pero casí.
Con abrir la tapa y olerlo, es suficiente ahora.

Son los últimos días de noviembre.
Tengo 28 y Sara me pregunta si no me quiero ir.
Dejar este lugar.

Miro por afuera y veo el pasto que es más amarillo que verde.
Por todos los partidos de futbol, por todos los pies, zapatillas y patas de perros.
Las pelotas, ruedas de bicicletas y cuerpos traspirados.

Hoy hay viento y hay personas en las sombras.
Una sombra por cada árbol que rodea el pasto.
Una manta, ella en bikini y el en remera y pantalón.
Ella en el sol, el en la sombra.

En la otra sombra hay asado y una familia.
Fueron llegando de a poco.
Primero la madre para agarrar el lugar.
Luego el padre con el carbón.
Ahora están todos.

Es ahora el almuerzo.

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