Marcos te esquiva.
O eso es lo que crees, porque pensas imposible que no me reconociera.
Somos los dos más pálidos en este barrio.
Estás en la duda si dejar que te esquiva o si cruzar la calle con el.
Hacer todo lo posible para el encuentro.
Al final optás por seguir en esta vereda y dejarlo cruzar la calle solo.
No era el día.
Es viernes y me hago un fernet de la que me regaló padre y Alicia para navidad.
Años que no tomo fernet (que exagerada!!).
Me lleva a Benito cuando era con Anita.
Epoca en que estaba por venir el verano y se podía sentarse en el patio de afuera.
Era después de los trabajos y esa sensación que quedaba algo así como miles de libertades.
Miles de oportunidades.
Mariposas en la panza.
Siguen allí.
Esa sensaciones.
Pero en vez de patio, es balcón.
No está Anita aquí, pero se que está en algún lugar seguramente haciendo algo parecido.
Es todo lo mismo, pero algo así como más tranquilidades en mi.
Ayer me cruzé con José.
El no cruzó la calle o intentó de esquivarme.
Estaba todo el allí.
Me abrazó forte y con verdades.
Como siempre fue con el por más mundos que nos separa.
Siempre eso de hablar honesto y la mirada franca.
Tan cerca que podemos ver tal cual como somos.
Decimos las cosas que se dice y lo que no se dice gira allí adentro de esa burbuja que se arma en el encuentro en la vereda ancha.
Es un poco viajar en el tiempo pero con la fortuna de tener algo de hoy adentro.
Me vuelvo la niña.
Tan presente en el pasado.
El futuro.
Sigo camino a Consti.
Con todos que vuelven de sus trabajos.
Con todos que no huyeron la ciudad por más enero que está haciendo.
Ponen nafta en sus autos.
Hacen las compras en los supermercados.
Pasan por la verdulería.
Toman el café en la esquina.
Mientras viajamos, baja el sol y se ve en la cara de cada uno de los pasajeros.
Como no va a ser la hora más hermosa.
Con esa luz y que hace con las personas, la naturaleza y el mundo.
Todo se ve vuelvo bello.
O eso es lo que crees, porque pensas imposible que no me reconociera.
Somos los dos más pálidos en este barrio.
Estás en la duda si dejar que te esquiva o si cruzar la calle con el.
Hacer todo lo posible para el encuentro.
Al final optás por seguir en esta vereda y dejarlo cruzar la calle solo.
No era el día.
Es viernes y me hago un fernet de la que me regaló padre y Alicia para navidad.
Años que no tomo fernet (que exagerada!!).
Me lleva a Benito cuando era con Anita.
Epoca en que estaba por venir el verano y se podía sentarse en el patio de afuera.
Era después de los trabajos y esa sensación que quedaba algo así como miles de libertades.
Miles de oportunidades.
Mariposas en la panza.
Siguen allí.
Esa sensaciones.
Pero en vez de patio, es balcón.
No está Anita aquí, pero se que está en algún lugar seguramente haciendo algo parecido.
Es todo lo mismo, pero algo así como más tranquilidades en mi.
Ayer me cruzé con José.
El no cruzó la calle o intentó de esquivarme.
Estaba todo el allí.
Me abrazó forte y con verdades.
Como siempre fue con el por más mundos que nos separa.
Siempre eso de hablar honesto y la mirada franca.
Tan cerca que podemos ver tal cual como somos.
Decimos las cosas que se dice y lo que no se dice gira allí adentro de esa burbuja que se arma en el encuentro en la vereda ancha.
Es un poco viajar en el tiempo pero con la fortuna de tener algo de hoy adentro.
Me vuelvo la niña.
Tan presente en el pasado.
El futuro.
Sigo camino a Consti.
Con todos que vuelven de sus trabajos.
Con todos que no huyeron la ciudad por más enero que está haciendo.
Ponen nafta en sus autos.
Hacen las compras en los supermercados.
Pasan por la verdulería.
Toman el café en la esquina.
Mientras viajamos, baja el sol y se ve en la cara de cada uno de los pasajeros.
Como no va a ser la hora más hermosa.
Con esa luz y que hace con las personas, la naturaleza y el mundo.
Todo se ve vuelvo bello.
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