Su lugar es todo lo contrario y opuesto.
Como el.
Sin decir nada, los lugares que elegimos y lo que elegimos cuenta de nosotros.
Yo no lo conocía.
Y ahora, después de haber pisado su pinotea, olido sus sábanas y tomado en viejos frascos de frutilla, no es que lo conosco más.
Compruebo lo que venía sintiendo nomás.
El es transparencia.
Hay algo de eso que me llega.
Toca un lugar que esta escondido allí entre los cuadros, las almohadas y las tazas.
Es ese espacio hermosamente vacio que sirve para justamente eso.
Para moverse.
Escuchar.
Poder tocar la madera y la luz.
Puro, franco.
Honesto y transparente.
Es como estar afuera pero adentro, me dice.
Es como de afuera se ve su adentro, pienso yo.
Por la mañana compartimos copos con leche y samba, y en algún lugar allí nos encontramos.
Después el se va con su bicicleta y yo vuelvo a mis almohadas y cuadros.
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