En este lugar se escucha el viento.
Y si no es el viento, se siente el frío.
O el calor de la fogata que prendieron abajo.
Y por la tarde cuando te acuestes para dormir la siesta vas a escuchar el vecino escuchando un partido.
Y que esta bien que sea así.
(Vas a poder dormir igual.)
Al fondo sabés que no lo quieres de otra manera.
Siempre quieres sentir las cosas.
Mientras vos estás en un maratón de películas, ella esta cruzando un mar.
Volviendo a un lugar que ya no es como ella se recuerda.
El nieve se derritió y salieron las magnolias.
Cambiamos de lugar.
El frío de allá llegó hasta acá y ella llevando lo último de nuestro calor en su equipaje.
Se fué en el momento justo.
Nestor en naranja me saluda desde su maratón por la mañana lluviosa.
Como un Romeo desde la calle hasta la ventana.
Tal vez fue por las lagrimas de ella.
Nos agarró de sorpresa a las dos.
Cuanto fuertes nos hacemos todos cuando al final llevamos todo en un milímetro de espacio entre el adentro y el afuera.
Esta todo allí, en esa capa.
Por más que queremos creer que queda más lejos.
Tan lejos que hasta que no existe.
Como las puteadas de ella.
Salen como fusiles.
Tocan duro.
Mucho más duro que suena porque siempre sigue con risas.
Pero después hay un silencio.
Es allí dónde se siente el enojo.
Yo sigo siendo la peór profesora.
Que escucha, improvisa y no prueba el budín que hace tu alumna.
La peór hermana que cancela pizza y fernet y que no se conecta al skype.
Hay días donde no hay ganas y donde no hace falta de llenar el espacio con nada.
Es hoy.
Y si no es el viento, se siente el frío.
O el calor de la fogata que prendieron abajo.
Y por la tarde cuando te acuestes para dormir la siesta vas a escuchar el vecino escuchando un partido.
Y que esta bien que sea así.
(Vas a poder dormir igual.)
Al fondo sabés que no lo quieres de otra manera.
Siempre quieres sentir las cosas.
Mientras vos estás en un maratón de películas, ella esta cruzando un mar.
Volviendo a un lugar que ya no es como ella se recuerda.
El nieve se derritió y salieron las magnolias.
Cambiamos de lugar.
El frío de allá llegó hasta acá y ella llevando lo último de nuestro calor en su equipaje.
Se fué en el momento justo.
Nestor en naranja me saluda desde su maratón por la mañana lluviosa.
Como un Romeo desde la calle hasta la ventana.
Tal vez fue por las lagrimas de ella.
Nos agarró de sorpresa a las dos.
Cuanto fuertes nos hacemos todos cuando al final llevamos todo en un milímetro de espacio entre el adentro y el afuera.
Esta todo allí, en esa capa.
Por más que queremos creer que queda más lejos.
Tan lejos que hasta que no existe.
Como las puteadas de ella.
Salen como fusiles.
Tocan duro.
Mucho más duro que suena porque siempre sigue con risas.
Pero después hay un silencio.
Es allí dónde se siente el enojo.
Yo sigo siendo la peór profesora.
Que escucha, improvisa y no prueba el budín que hace tu alumna.
La peór hermana que cancela pizza y fernet y que no se conecta al skype.
Hay días donde no hay ganas y donde no hace falta de llenar el espacio con nada.
Es hoy.
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