Te despierta el alarma que pusiste demasiado temprano.
A propósito.
Para gozar semi despierta en esa cama cómoda en ese departamento tán cálido.
A propósito no bajaste la persiana la noche anterior.
Tenías ganas que fuese el sol que te despertara en realidad.
Y también querías ver si las estrellas llegaban hasta la cama.
(Llegaban)
Es la última mañana del viaje.
Te vestís lentamente.
De hecho, todo lo que hacés esa mañana, lo haces despacio y silencioso.
(Crees que el tiempo va a durar más, haciendolo de esa manera)
Salís a la calle y das la vuelta por el parque.
Pasás por la plaza, por la panadería y por esas callesitas donde estan esas casas que fantaseas con que un día sea tyuo.
Llegás a Fyn, la cafetería de la esquina, y pedís el último latte del viaje.
Te sentás en el banco en el sol.
Justo en frente de la peluquería de perros, donde nunca ves ningún perro.
El café es suave y disfrutás cada milímetro.
Hay mamás con sus bebés paseando y gente en bicicletas llendo a sus trabajos.
Pensás que si pudieras, cambiarias lugar con cualquiera de ellos.
(Igual admitís que el latte no tendría el mismo gusto si cambiarías tu lugar)
Volvés al departamento y preparás lo último.
Te bañás, te vestís y por último, tirás las zapatillas viejas.
Y en una mesa chiquita y de madera en la plaza a la vuelta, almorzamos.
Esta tu madre, Johanna y Ellen en su carrito.
Los platos son hermosos y el sol pega justo arriba de ellos.
Sobre nosotros.
(Es el primer sol de otoño)
Madre me abraza y sube a su coche.
Johanna me acompaña caminando hasta el estación de tren.
Por cada cuadra disminuiamos la velocidad de nuestros pies.
Ellen también nos auyda.
No hay apuros, igual queremos que pase ese momento rápido.
La despedida.
Maldita.
Son seis minutos.
Seis minutos para que llegue el tren que me va a llevar cinco horas atrás en el tiempo.
Seis minutos para decir todo lo que pensaste en un mes.
No.
Es mejor abrazarnos y no decir nada.
(Las dos ya sabemos lo que entra en un mes y que ningún minuto puede cambiarlo)
A propósito.
Para gozar semi despierta en esa cama cómoda en ese departamento tán cálido.
A propósito no bajaste la persiana la noche anterior.
Tenías ganas que fuese el sol que te despertara en realidad.
Y también querías ver si las estrellas llegaban hasta la cama.
(Llegaban)
Es la última mañana del viaje.
Te vestís lentamente.
De hecho, todo lo que hacés esa mañana, lo haces despacio y silencioso.
(Crees que el tiempo va a durar más, haciendolo de esa manera)
Salís a la calle y das la vuelta por el parque.
Pasás por la plaza, por la panadería y por esas callesitas donde estan esas casas que fantaseas con que un día sea tyuo.
Llegás a Fyn, la cafetería de la esquina, y pedís el último latte del viaje.
Te sentás en el banco en el sol.
Justo en frente de la peluquería de perros, donde nunca ves ningún perro.
El café es suave y disfrutás cada milímetro.
Hay mamás con sus bebés paseando y gente en bicicletas llendo a sus trabajos.
Pensás que si pudieras, cambiarias lugar con cualquiera de ellos.
(Igual admitís que el latte no tendría el mismo gusto si cambiarías tu lugar)
Volvés al departamento y preparás lo último.
Te bañás, te vestís y por último, tirás las zapatillas viejas.
Y en una mesa chiquita y de madera en la plaza a la vuelta, almorzamos.
Esta tu madre, Johanna y Ellen en su carrito.
Los platos son hermosos y el sol pega justo arriba de ellos.
Sobre nosotros.
(Es el primer sol de otoño)
Madre me abraza y sube a su coche.
Johanna me acompaña caminando hasta el estación de tren.
Por cada cuadra disminuiamos la velocidad de nuestros pies.
Ellen también nos auyda.
No hay apuros, igual queremos que pase ese momento rápido.
La despedida.
Maldita.
Son seis minutos.
Seis minutos para que llegue el tren que me va a llevar cinco horas atrás en el tiempo.
Seis minutos para decir todo lo que pensaste en un mes.
No.
Es mejor abrazarnos y no decir nada.
(Las dos ya sabemos lo que entra en un mes y que ningún minuto puede cambiarlo)
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