Tuesday, 17 November 2015

Es martes en la Boca

Ana también es tía ahora.
El chiquito se llama Benito, como el origen de la menta.
Como esa parte mía.

El se equivocó de piso y si nunca me hubiese dicho, nunca hubiese sospechado.
Pasaría como cualquiér otro vecino de la escalera, saludandome sonriente.
Nunca hubiese sabido que eso era lo que le había pasado.
Que al tratar de abrir la puerta y la llave no querer girarse, darse cuenta de que no era ni su piso, ni su puerta.
Creo que lo quiería contar, tanto como que lo necesitaba contar.
Compartirlo con alguien.

Si yo hubiese reaccionado un poco más rápido, le contaría que eso a mi también me pasó una vez.
Y que me hubiera encantado cruzarmelo a el en la escalera como para poder compartirlo con alguien de esa misma manera.
De sorprendido y de risa.
Pero solo llegué a sonreirle.
Ser su espejo.

Elena seguramente diría que el esta muy bien, y que se nota.
Elena, la rusa siempre sonriente y que hace espejos lindos.
Que lo regala a la iglesia, que a su vez lo regala a Eva, para después desregalarle y volver a regalarle.

La historia del espejo.
Es la historia de la iglesia y de como las cosas funcionan allí.

A mi me regalaron un cuadro de Plaza de Mayo.
Fue amor a primera vista.
Por más que sabía, que sé, que no debo.
Que el plan es regalar, tirar y deshacer.
Igual lo acepté y ahora trato de verlo más como un libro prestado.
Que un día va a estar en otros manos y ser visto por otros ojos.

Este año el bazar navideño pasó sin la jacaranda.
No se cuantos se dieron cuenta.
Pasaron esas otras cosas que distraen.
Como que llegó el verano de golpe.
Con la luna nueva, la humedád y las lluvías.
Debatieron, se jugó un partido, se vendió todas las golosinas y hubo un día después.

Un día después que ya sabías anticipadamente que te ibas a, si no para siempre, por lo menos por un tiempo largo, acordarte de.
Un día después cuando sale hasta eso que no quieras que salga, pero que no hay otra.
Y que tratás de encontrar una explicación más allá, de esas, por algo será.
Que realmente no queda otra.

El día después es cuando el ruido del ventilador es lo que te tranquiliza.
La luz que entra por los agujeros de la cortina y que hacen juegos en la pared es lo que te distrae
Los pajaros hablando de sus aventuras, lo que te hace dormir.
Tus calmas.

Después de todo el día de después, volvés a ponerte el vestido de ayer.
Pensás que eso del aire del atardecer te va hacer bien.
Te va a limpiar y hacerte sacar lo último que queda.
La última gota del remedio.

Lo es.

Y es así que empieza la nueva semana.
Con tres nuevas tarjetas, pagar IVAs, cena de lunes con tu hermana, su Ado y Pontus que habla de sus novias como amigas, no parar de decir Georgia porque su nombre es como un caramelo rico en la boca, clases suspendidas por Moyano, meditar en un otro iglesia abandonado, extrañar infinitamente tus hermanas y su hijas de todo el mundo, fallar al querer comprar las lucesitas navideñas porque solamente tienen los que hacen blink blink constantemente, ver otro atardecer desde tu ventana en la cocina, tratar de consolar lo que es lo más dificil de consolar y volver a transpirar hermosamente.

Es mi mundo



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