Wednesday, 6 January 2016

En Delvi

El viaje empieza con preparar el bolso.
Off - check.
Dinero - check.
Remera gruesa por las dudas -check.
Sobres de clight para el tereré - check.
Libro - check.
Cuaderno - check.

Antes de subir al 152, pasar por la verdulería para comprar las frutas y el repollo colorado.
Siempre.

Un domingo ni llega a durar 15 minutos el previaje hasta retiro.
Retiro que esta todo distinto.
Pero que igual siguien vendiendo los mejores chipáses.
Compro uno más por gula que por hambre.

El tren es rojo y sale a las 11.25.
Puntual.
Los conductores se visten como antes.
Como en mi libro.

El vagón se llena y adelante mío se sienta una pareja peleada.
Ella esta con los ojos llorosos y el la busca con su mirada.
Ella se niega mirarlo.
De su celular sale temas románticas de Julio Iglesias.
Pero en vez de auydar la situación,  lo empeora.

En otro asiento estan mis vecinos (!!).
Los que tienen un ovejero alemán que se llama Camila.
Ellos están del otro lado de la pareja desequilibrada.
Del lado verdadero de Julio Iglesias.

Ella se pone los anteojos y empieza a leer.
Después se queda dormida sobre su hombro.
Entonces el se pone sus anteojos y sigue leeyendo de su libro.
Así, hasta Tortuguitas.

Allí sube una niña obesa pidiendo un pancho para cuando se bajan.
Cuenta cuantos estaciones falta hasta llegar.
A ese pancho.
Es más intresante eso que la visita a la abuela.

Una hora y diez minutes más tarde me toca a mi.
Pisar tierra otra vez.
Volver a la infancia de Bella Vista.
Aunque esto es Del Viso.
Después, en el regreso, Lucila va a decir que es como siempre.
Que en este lugar nada nunca cambia.

Decido caminar a lado de la ruta esas 15 cuadras que son hasta llegar a la ruta ocho.
Es húmedo y caluroso.
Pegajosamente nublado.
En el camino veo familiares visitando otros familiares en sus quintas con pileta.
Algunos y levan el traje de baño puesto.
La tía abre en bikini.
Las brasas están prendidas en las parillas y el humo atraviesa las rejas y los muros de ladrillo.

Es un típico domingo de enero en todos los sentidos.
Y me llega.

Cruzando la ruta ocho es más lindo aún.
Es allí donde empieza la parte más mágica.
El camino de tierra.
El ruido de los árboles altos.
Los perros durmiendo la siesta.
Cada paso es alejandose más de la ciudad y la realidad.
Cada paso es dejando atrás preocupaciones y las líneas en la frente.

Llegando a la casa de Lucila y Sheila empiezan a ladrar sus perros.
Haciendote fiesta.
Y el abrazo de Lucila es saber que has llegado.
Que estás del lado verde del corazón.
Donde se encuentra todos los diferentes tonos de verde.
Donde los sabores son más intensivos.
Las aromas y la tierra abajo los pies.
Todo se siente más.
Volverse un poco niña.

Tirarse sobre esa frasada suave sobre ese pasto alto que parece una nube o un mar verdoso.
Un especie de flotar.
De estar un poco elevada.
Es el pasto que te sostiene.

Dormir la siesta con la pansa llena.
Después de parla y fernet.
Mirar el cielo.
Probar el dulce de Sheila.
De su jardín.
Como los nueces pecan.

Cuando baja el sol, empezar el camino de regreso.
Ser parte del atardecer.
Esperando el tren en el estación que es mágicamente lindo y honesto cuando se pone de esos colores.

Ahora es ella durmiendo y yo leeyendo mientras suben y bajan los otros.
Abrazarse por otro día Del Visense para después recordarse de.








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