Esta vez decidí quedarme en la ciudad.
Por más que había opciones hermosas temptadoras, mi yo pedía ciudad.
Tenía ganas de desubrir rincones desconocidas, esconderme en cines abandonadas, en calles vacías y en mi torre en segundo piso.
Que en realidad es más una caja de zapatos.
La ciudad es hermosa sin su gente aveces. Sus autos, gritos y agreciones.
Me trató suave. Como si fuera de plumas. O una figurita de vidrio.
Hay momentos que nececitamos quedarnos en vez de huirnos. Y oirnos. Mis mísimos.
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