Era una casa inmensa y tenía muchos cosas guardadas y escondidas.
Secretos que nunca vieron luz de día o salieron a pasear.
Nececitaba un soplo de viento fuerte.
Para sacar el polvillo que no se ve, pero que está.
Es carga y peso.
Y liviarse de eso.
Los ladrillos que pusieron nustros tíos y abuelos con buenos intensiones y sin saber de futuros.
El privilegio que nos da y el puesto en que nos deja.
Sin poder elegirlo tálvez.
El hablaba del jardín.
De su lugar. En el mundo.
Del arbol que da palta pero que a el no le gusta la palta.
La pileta con hojas y el sol que me pega fuerte en mi cara blanca.
Los labios que pronto tienen color a tinto.
Parece primavera en otoño y yo me lleno de cariño a verlos de lejos.
Ser parte de algo que une gente que quizás no se hubiesen unido en otros contextos.
Pero que esto es un día particular y en un lugar particular.
Comemos locro en un comedor demasiado grande que logramos llenar.
Somo pelirojas, rubias, morochas, argentinos, finlandia, suecas, vino, alemán, guitarra, dulce, Tomás, figuras de porcelana, sillas thonet, una tostadora verde y setentosa, bigotes, canciones y así.
Es esto.
Y que los otros días también fueron lindos y particulares.
Aunque con alas que yo no tengo, porque no logro ir en la misma velocidad.
Me dejan tres paso atrás, aunque hay algo lindo sobre eso también.
El americano leyó ese poema que daba piel de gallina.
Ellas cantaron y también llenó.
Comimos picada.
Volvimos caminando todo rápido y yo dormí como bebé, mientras ella vigilaba y atenti a todos esos sonidos que yo había contado de.
Después del fin de semana volvió el invierno y en el ascensor me lo comentan.
El me cuenta de su nueva vida por san telmo bajando y es lindo que lo quiere compartir un ratito conmigo.
También es lindo que vienen ellas a compartir la cena que sobró del viernes.
Ana, Anita y Mery.
Son muchas velas y ellas también lo son.
Sacamos cartas de esas y salen cosas.
Y de las cosas salimos.
Secretos que nunca vieron luz de día o salieron a pasear.
Nececitaba un soplo de viento fuerte.
Para sacar el polvillo que no se ve, pero que está.
Es carga y peso.
Y liviarse de eso.
Los ladrillos que pusieron nustros tíos y abuelos con buenos intensiones y sin saber de futuros.
El privilegio que nos da y el puesto en que nos deja.
Sin poder elegirlo tálvez.
El hablaba del jardín.
De su lugar. En el mundo.
Del arbol que da palta pero que a el no le gusta la palta.
La pileta con hojas y el sol que me pega fuerte en mi cara blanca.
Los labios que pronto tienen color a tinto.
Parece primavera en otoño y yo me lleno de cariño a verlos de lejos.
Ser parte de algo que une gente que quizás no se hubiesen unido en otros contextos.
Pero que esto es un día particular y en un lugar particular.
Comemos locro en un comedor demasiado grande que logramos llenar.
Somo pelirojas, rubias, morochas, argentinos, finlandia, suecas, vino, alemán, guitarra, dulce, Tomás, figuras de porcelana, sillas thonet, una tostadora verde y setentosa, bigotes, canciones y así.
Es esto.
Y que los otros días también fueron lindos y particulares.
Aunque con alas que yo no tengo, porque no logro ir en la misma velocidad.
Me dejan tres paso atrás, aunque hay algo lindo sobre eso también.
El americano leyó ese poema que daba piel de gallina.
Ellas cantaron y también llenó.
Comimos picada.
Volvimos caminando todo rápido y yo dormí como bebé, mientras ella vigilaba y atenti a todos esos sonidos que yo había contado de.
Después del fin de semana volvió el invierno y en el ascensor me lo comentan.
El me cuenta de su nueva vida por san telmo bajando y es lindo que lo quiere compartir un ratito conmigo.
También es lindo que vienen ellas a compartir la cena que sobró del viernes.
Ana, Anita y Mery.
Son muchas velas y ellas también lo son.
Sacamos cartas de esas y salen cosas.
Y de las cosas salimos.
Una maravilla tu comentario!!! Como siempre, da mucho placer leer tus reflexiones sobre las vivencias que sentís, que te nacen en cada encuentro, en cada reunión. Es muy bueno cuando se puede expresar en palabra escrita, aquello que el corazón, o vaya uno a saber qué parte del alma humana, sienten en ese preciso momento, y es mucho mejor aún cuando la emoción escrita logra escapar de las letras y se sumerge en las almas de otros seres generando el milagro de permitirles sentir las mismas emociones que sintiera la autora.
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