Wednesday, 19 December 2012

Skål

Ella decide agarrar el lado que significaría crecer.
También espera que sea así de verdad y no una otra fantasía de esas.
Aveces se olvida dónde poner la cabeza.
Su fuerza.
Y lo importante.

Son unos días antes de navidad ahora.
Hay cidra, papa fritas y pan dulce con mis alumnos.
Es lindo tener a ellos y conocerlos un poco más.
Cada vez.
También hay unos malos entendidos.
Pero lo resolvemos rápido.
Con sus historias de sus vidas.
Siempre hay una historia más wow que otra.
Que suerte.

Hay club de lunes. Con historias hot.
Hay un conocer a Matu/Merti/Matias, el austriáco con muchos nombres.
Conocer que habla mucho, que lleva un poco de Cuba adentro y parece ser persona buena.

Hay una madre polaca con su hija.
Pero que viven en estados unidos.
Llegan un domingo que llueve mucho y yo los espero con mate en la vereda.
La madre habla inglés como mi padre habla el sueco y su hija, como hablo yo.
Eso de generaciones.
La primera, segunda y tercera.
De dónde sos, de dónde venís.
A dónde te vas?
Ellas parecían aventureras con sus jeans, botas gruesas y mochilas pesadas.
Y que se llevaban muy bien. Entre ellas.
Eso me caía más que bien.
Y me dió un poco de ganas ir con ellas al El Calafate.

Hay una cena improvisada dónde se habla de catástrofes aereos.
Hay varios interesados del tema y yo escucho más que hablo.
Miro más que toco.

Vi.
Cristina con sus pantalones rojos y sus ojos que se ven distintos en estos días.
Mariano con su pelo, más ondulado y más volumoso que nunca.
Debe ser por todos los pensamientos que dan vueltas por ahí.
Agustín y su habilidad de siempre decir algo gracioso. O no. Siempre le sale. Algo.
Y todos se enamoran un poquito sin saberlo, pienso yo.
Vi a Matu y las caras que ponía cuando decia sus cosas.
Y Santiago. Con sus preguntas muy Santiago y esa calma que llevá atrás.

En mi, sacé una foto y los bordes estaban un poco rojas de calor.

Hoy.
La casa vuelve a estar vacía por unos días.
No nos viene mal.
A Kubrick y a mi.
Volver a nuestro hablado y amado silencio.
Colgar ropa a secarse al sol.
Andar en malla por la casa todo el día.
Poner Drexler todas las veces que quiero.
Prender miles de velas.
Bailar en el living.
En el patio.
Caminar los cuartos y cambiar sus cosas de lugar.
Tirarse a dormir siesta en calor y abajo el ventilador en uno de los cuartos de los inquilinos.
Y así.
Hasta que viene otro tren con pasajeros de otros lugares que me llenan con un poco más de conocimiento y sabidurías, de la vida y el mundo.
Es círculo lindo.







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