Es un poquito como un pié en francia y el otro aquí.
Aunque aquí también tengo los manos.
Porque toco, y siento también.
Y porque es el presente.
Bretagne, mi hermana y su mundo quedó como un sueño.
En sueño.
Cada rato lo saco y pongo en el presente.
El sueño.
Mi hermana y lo que lleva en su adentro.
Ese algo creciendo en ella.
Su Stephan, que fué hermoso conocerlo.
Su casa y su lugar.
Las comidas y los vinos.
Los atardeceres en el jardín.
Que de una manera dejaron huellas hermosas en mi.
El verde, los caminos, los pueblitos y el sol.
Las playas y ese agua.
Poderosa.
Que es la misma que la de allá.
Pero este tiene un reloj.
Sube y baja.
Y la luna.
Que yo veía todas las noches por mi ventana.
Mi ventana.
Pensar que por una semana tuve una ventanta en francia.
Que fortuna y tesoro llevar eso adentro de mi.
Ahora tengo otra ventana.
En el techo, dónde vive mi madre.
Entra otra luz y el sol es más fuerte.
Me despierto temprano por las mañanas por justamente esa luz.
Es lindo que esa sea mi despertador estos días.
Aquí es todo más familiar.
Las cosas, los sonidos, los olores y las cosas que se dice.
Todo me resulta eso, familiar.
En el mismo tiempo que cosas cambiaron.
Como si fuese lo mismo de siempre, pero en otro tono.
Y que están pasando cosas.
En cada rincón hay algo nuevo.
O distinto.
Hay movimiento.
Movimientos.
En las cosas, los lugares y en las personas.
Y que parece que también hay justamente eso,
Más personas.
Como si fuese que la ciudad creció.
Crece.
No sé cuanto es uno y cuanto es la realidad.
Aunque tampoco sé si importa.
Porque es justamente eso.
Cada uno lo ve y lo siente desde su punto de vista.
Las cosas y sus moviementos.
El lugar.
Su lugar.
Cuál es mi lugar.
Cuál es tu lugar.
En todo esto.
Yo camino lento y trato de mirar cada cosa con tiempo.
Como si fuese la última vez que lo veo.
Mi última oportunidad.
Porque hay una calma hermosa sobre eso también.
Aunque aveces es dificil tomar las cosas aquí con calma.
Lo lindo es que ahora sé mejor eso de apreciar las cosas.
Aquí, y en mi Suecia saco cási ninguna foto.
No sentir la nececidad de. Y de.
Estoy tranquila y sin apuros esta vez.
No hay nadie que me espera o quiere saber de mí.
Soy yo nomás y es en paz.
Salir a caminar por la ciudad y pensar un poco en adelante y un poco atrás.
Tomar un café en un café dónde te pega el sol en la cara.
Usar vestido en finales de agosto, no me acuerdo la última vez.
Ver a Bob Hansson tomar su café en Davidshalls torg y tener ganas de decir que lo amas por ese libro que escribió que vos amás.
Respirar.
Comer falafel con Sara.
Godis de Hemmakväll.
El sol que baja tarde y la luna que se refleja en el canal.
Caminar por las calles de copenhagen con una madre con calor.
Tomar cerveza en ese lugar 60 oso y muy verde y de madera.
Dónde fuman adentro pero que no pasa nada porque estás en otro país y eso todo exótico.
Y lindo.
Conocer una otra sueca exiliada y compartir mesa.
Ir en 140 sobre rutas de verano en un auto que tiene dos años menos que yo y comer un budín de zanahoría.
Mirar fotos de su infancia y querer hacer mil preguntas.
Abrazar a tu padre que desembarca antes de lo previsto y fuertísimo por justamente ese hecho.
Tomar un vino blanco de Nueva Zeelanda, comer salmón y hablar de esas cosas.
Que dicen es la vida.
Es esto.
Aunque aquí también tengo los manos.
Porque toco, y siento también.
Y porque es el presente.
Bretagne, mi hermana y su mundo quedó como un sueño.
En sueño.
Cada rato lo saco y pongo en el presente.
El sueño.
Mi hermana y lo que lleva en su adentro.
Ese algo creciendo en ella.
Su Stephan, que fué hermoso conocerlo.
Su casa y su lugar.
Las comidas y los vinos.
Los atardeceres en el jardín.
Que de una manera dejaron huellas hermosas en mi.
El verde, los caminos, los pueblitos y el sol.
Las playas y ese agua.
Poderosa.
Que es la misma que la de allá.
Pero este tiene un reloj.
Sube y baja.
Y la luna.
Que yo veía todas las noches por mi ventana.
Mi ventana.
Pensar que por una semana tuve una ventanta en francia.
Que fortuna y tesoro llevar eso adentro de mi.
Ahora tengo otra ventana.
En el techo, dónde vive mi madre.
Entra otra luz y el sol es más fuerte.
Me despierto temprano por las mañanas por justamente esa luz.
Es lindo que esa sea mi despertador estos días.
Aquí es todo más familiar.
Las cosas, los sonidos, los olores y las cosas que se dice.
Todo me resulta eso, familiar.
En el mismo tiempo que cosas cambiaron.
Como si fuese lo mismo de siempre, pero en otro tono.
Y que están pasando cosas.
En cada rincón hay algo nuevo.
O distinto.
Hay movimiento.
Movimientos.
En las cosas, los lugares y en las personas.
Y que parece que también hay justamente eso,
Más personas.
Como si fuese que la ciudad creció.
Crece.
No sé cuanto es uno y cuanto es la realidad.
Aunque tampoco sé si importa.
Porque es justamente eso.
Cada uno lo ve y lo siente desde su punto de vista.
Las cosas y sus moviementos.
El lugar.
Su lugar.
Cuál es mi lugar.
Cuál es tu lugar.
En todo esto.
Yo camino lento y trato de mirar cada cosa con tiempo.
Como si fuese la última vez que lo veo.
Mi última oportunidad.
Porque hay una calma hermosa sobre eso también.
Aunque aveces es dificil tomar las cosas aquí con calma.
Lo lindo es que ahora sé mejor eso de apreciar las cosas.
Aquí, y en mi Suecia saco cási ninguna foto.
No sentir la nececidad de. Y de.
Estoy tranquila y sin apuros esta vez.
No hay nadie que me espera o quiere saber de mí.
Soy yo nomás y es en paz.
Salir a caminar por la ciudad y pensar un poco en adelante y un poco atrás.
Tomar un café en un café dónde te pega el sol en la cara.
Usar vestido en finales de agosto, no me acuerdo la última vez.
Ver a Bob Hansson tomar su café en Davidshalls torg y tener ganas de decir que lo amas por ese libro que escribió que vos amás.
Respirar.
Comer falafel con Sara.
Godis de Hemmakväll.
El sol que baja tarde y la luna que se refleja en el canal.
Caminar por las calles de copenhagen con una madre con calor.
Tomar cerveza en ese lugar 60 oso y muy verde y de madera.
Dónde fuman adentro pero que no pasa nada porque estás en otro país y eso todo exótico.
Y lindo.
Conocer una otra sueca exiliada y compartir mesa.
Ir en 140 sobre rutas de verano en un auto que tiene dos años menos que yo y comer un budín de zanahoría.
Mirar fotos de su infancia y querer hacer mil preguntas.
Abrazar a tu padre que desembarca antes de lo previsto y fuertísimo por justamente ese hecho.
Tomar un vino blanco de Nueva Zeelanda, comer salmón y hablar de esas cosas.
Que dicen es la vida.
Es esto.
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