Wednesday, 16 July 2014

Bicicleta en los noches de noviembre

Mi vecino tapa su moto con una frazada gruesa las noches largas de invierno.
Sé que no es por las razones que yo quiero imaginarme o jugar con.
Igual es lindo.
Y me lleva a algo.

Como me llega el frío.
Entra por abajo del tapado grande y verde.
Entra por los brazos hasta chocar con los huesos.
Hasta donde no puede llegar más lejos.
Y cuando esta allí en ese lugar, grito lo más fuerte que puedo silenciosamente.
Como hacia cuando era niña en la bicicleta en los noches de noviembre.
Para que solamente me escuchan los de adentro.

Hay veces que funciona.
Hay veces que personas me miran como si fuese que escucharon mi grito.
Aunque pienso que siempre debe ver alguien que me escucha.
En algún lugar.
No necesariamente cerca, pero alguien.
Seguro.

Agustin pasa para destapar todo lo tapado.
A cambiar tres frases por cinco.
Mirar cuarentaytres fotos y hacer algunas llamadas.
Y el no sabe cuanto lo admiro.
Por todo lo que es y no es.
Y que yo encontré la calma en su no hace falta decir nada.
Sé que nos tenemos.
Así como es y somos.

Y que cada noche estoy despierta un poco más.
El jet-leg cada vez queda más lejos.
Kubrick se acostumbró a mis pasos.
Volví a saludar los vecinos y hablar cosas de consorcio.
Comimos ceviche en el status.
Tomamos un Plan B en La Poesía.
Di algo parecido una clase de sueco en el nuevo lugar.
Lavé tres maquinas y pagué la luz.
Leo, leo y leo.

Igual sigo escuchando radio ocean.
Por más que sea un poco kitch la verdad.
Pongo a ver los videos de Livia y los ojos se llenan de lagrimas.
Miro las cosas de allá y Johanna me manda fotos hermosas del casamiento.
Uso el buzo grueso setentoso que me dió Isabel.
Y así todo en realidad.
Estoy aquí y estoy allá.
No estoy y estoy constantemente.

Tal vez es ese el mejor lugar donde estar.

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