Monday, 11 May 2015

I maj































La casa huele húmedad por toda la ropa que lavaste y colgaste donde pudiste hace muchas horas atrás.
Enciendes un sahumerio, por más que sabés que va a durar un ratito nomás.
El agua pesa más que el aire.
Te pones a mirar dos películas que terminan en el minuto 55 y 105.
Dormís una siesta larga que pide cada vena y músculó de tu cuerpo.
Y mientras que duermes, el cielo se pone cada vez más azúl, para que las hojas de los árboles se vean más intensamente amarillo y naranja.
Cuando te despertás es la hora perfecta para salir a dar la vuelta con tu perro que te da calor en los pies.
Pasas por un asado donde hay un acordeón, como el la fiesta de ayer.
Pasas por ellos que siempre se sacan fotos en ese lugar.

Y decidís seguir caminar.
Abrigarse un poco más.
Tomar otro camino.
Es tarde hermosamente tranquilo.
No hay partidos, ni superclásicos.
Y es notable que entramos en otra estación.
Esa estación que nos hace callar un poco.
Ir para adentro.

Barracas me abraza y me deja caminarlo sin tener que decir esas cosas que se dice.
Y me muestra cosas que antes no había visto.

Me dió hermosa tarde.




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