Hay algo en ese lugar que hace que las fotos siempre sale movidas.
O si son ellas en realidad.
Las que no se quedan.
Quietas.
Siempe en movimientos están.
Si te pones a pensar, hasta es una no tán linda palabra.
O verbo.
El quieto.
Quedarse quieto.
Suena duro y negativo.
Como un reto.
De una padre o un profesor.
O el fotógrafo que te sacó las fotos en la escuela.
Entonces la realidad es esa.
Que ellas se mueven y la cámera no logra a captar otra cosa que no sea eso.
El movimiento.
Ayer, Linda me invitó a cenar en su casa para conocer a su madre polaca que estaba de visita de Suecia.
Estaba Eirin también, la chica noruega que es todo un personaje de persona.
Bah, quién no, de todas estas inquietas...
Y que algo se formó allí en este lapso de tiempo y tal vez sin darnos cuenta de.
Es recién cuando la mamá de Linda dice, usteds que son sus amigas, las que la conocen, referiendose a Linda, que me doy cuenta que estamos en eso.
Y hasta me animo decir y pensar que ya nos conocemos un poco.
Lo suficiente tanto como para animarme a llamarla amiga.
Pero la de verdad.
No es de paso nomás.
Ella está.
Y está de verdad.
Nos invitaron a comer pescado con camarones en una salsa de azafrán que llega a mimarte por todas partes del cuerpo invernal.
Y su mamá hace esas preguntas que yo suelo desear que otras hagan.
Que yo no sea la única curiosa.
Y aveces pasa.
Como anoche.
Ella es una de ellas que se atreve a decir esas cosas que no se dice por ahí y así nomás.
Me encanta.
Pensar que en ese cuerpo tán chiquito hay todo una historia de Warsava, de cruzar mares, idiomas y culturas.
De ahí su elegancia y su ser canchera, pero de una manera suave y con pies en tierra.
Una inquieta, que nutre con sus historias y sabidurias.
Que te hace quedar horas escuchando tomando vino.
Fue una noche de lujo.
En todos los miles sentidos.
Y darte cuenta de como somos las madres hijas.
Somos todas iguales.
Hoy también tocó día suave.
Con pansa llena de azafrán tal vez no hay otras maneras de enfrentar un miércoles fresco pero con sol en junio.
Correo de Anita.
Panqueqes de la alumna alemana y un par de horas en los sofás de la iglesia que ahora esta con calefacción sueca y sin energias pesadas.
Ver que Fausto no era el otro Fausto, que los otros pasaron bomba bomba en la fiesta de Midsommar y que hay un plan de postcerveza en no tan lejano.
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